martes, 15 de noviembre de 2022

CULTURA EN LA DÉCADA DE 1920

Cultura y vida cotidiana en los años veinte.

En la década de 1920 el gobierno federal intentó “poner en marcha una empresa cultural sin precedentes”, y llevó a cabo diversas acciones con la intención de generar una nueva cultura nacional que tuviera como base principal el proceso revolucionario mexicano: sus ideales, sus actores principales –individuales y colectivos-, y los hechos más sobresalientes, tales como algunos hechos de armas, los encuentros entre facciones revolucionarias, la conformación de la Constitución de 1917.

Escritores y muralistas.

Entre las acciones más conocidas llevadas a cabo por el gobierno federal con el objetivo de crear una nueva cultura nacional, está la contratación de grandes muralistas como Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, para que pintaran los muros de edificios públicos importantes, situados en la capital del país. Estos murales daban cuenta de sucesos relacionados con la lucha revolucionaria, pero también se pretendían –a través de esta plástica monumental- insistir en el compromiso del gobierno con los sectores populares mexicanos, pues se beneficiaron de que estos constituían la principal base social de apoyo al régimen.



Además de los muralistas, hubo otros artistas que fueron apoyados por el Estado. Entre estos debe mencionarse a los Contemporáneos y los Estridentistas, quienes “sostuvieron un duelo provocador” mientras dominaban “el escenario cultural de la década de 1920”, gozando –ambos grupos- de la tutela del secretario José Vasconcelos y posteriormente del sucesor de éste, Bernardo J. Gastélum. Ambos grupos llevaron a cabo importantes tareas en el ámbito cultural mexicano, pero sus propuestas culturales; eran en gran medida opuestas.

Entre los Contemporáneos puede citarse a Jorge Cuesta, José Gorostiza, Roberto Montenegro, Salvador Novo, Carlos Pellicer, Xavier Villaurrutia, Antonieta Rivas Mercado. A ellos los unía su inclinación por la literatura y por el arte europeo, y además de hacer crítica literaria, difundir autores extranjeros y traducir poesía, escribieron novelas, ensayos y obras de teatro, impulsando el periodismo cultural y combatiendo al nacionalismo revolucionario. Publicaron las revistas Ulises y Contemporáneos, de la que el grupo toma su nombre.



INNOVACIONES

En la década de 1920, los sectores sociales privilegiados tuvieron acceso a un conjunto de herramientas y máquinas novedosas “y de moda”, que el tiempo luego permitió ‘alcanzar’ a otros sectores sociales. Nos referimos a artefactos tales como el automóvil y el teléfono, el excusado, los refrigeradores, estufas, aspiradoras, planchas eléctricas; objetos tan comunes hoy en día que cuesta trabajo imaginar cómo fueron recibidos y usados cuando eran algo totalmente novedoso.



Asimismo, aparatos como los fonógrafos y los radios se tornaron cada vez más usuales, pero en los lugares donde continuaron siendo escasos, permanecieron como centro de las reuniones en espacios abiertos, principalmente en pequeños pueblos mexicanos. El propietario de un radio lo compartía con la comunidad a la que pertenecía, era como si ese aparato perteneciera a todos o a muchos. En estos lugares no se concebía que un artefacto tan novedoso y especial, fuera de utilidad sólo para unos cuantos, y su uso generaba la convivencia y la reflexión colectiva. 


El cine llegó a México en el periodo porfirista, y muy pronto conquistó numerosos adeptos. 

En sus inicios fue principalmente documental, y permitía mostrar hechos de la vida diaria o eventos “extraordinarios”. Más adelante, los gobiernos de la Posrevolución, como los de Obregón y Calles, emplearon el cine “para promover- se, fomentar un nuevo nacionalismo revolucionario y engrandecer México a los ojos extranjeros”. En 1930 había 830 salas de cine en el país, y el 90 por ciento de las películas que se exhibían eran estadounidenses.

lunes, 14 de noviembre de 2022

¿REELECCIÓN?

En pleno desarrollo del conflicto nacional que acabamos de revisar, el ex presidente Álvaro Obregón “manifestó su intención de volver a la silla presidencial”. Este hecho era polémico, porque precisamente la práctica porfirista de la reelección, había constituido uno de los detonantes de la revolución mexicana, y la Constitución de 1917 impedía que esta práctica se reprodujera. Por lo tanto, para hacer posible la reelección de Obregón, debía reformarse la carta magna, y en enero de 1927 se aprobó reformar el artículo 82, permitiéndose una sola reelección presidencial, después de transcurrir “un intervalo de un periodo de gobierno”. Más adelante, en 1928, dicho artículo fue nuevamente reformado para ampliar el periodo presidencial de cuatro a seis años. 


                  





El presidente Calles no parecía estar en desacuerdo con estos significativos cambios, pero el Secretario de Industria, Comercio y Trabajo, Luis N. Morones, fundador de una de las más importantes organizaciones de trabajadores mexicanos de alcance nacional, la Confederación Regional Obrero Mexicana (CROM), manifestó abiertamente su oposición a la reelección y amenazó con impedirla. Esta organización, sobre la que Morones tenía indudablemente una injerencia sustantiva, agrupaba y controlaba a numerosos trabajadores de la metalurgia, la electricidad, los textiles, ferrocarriles, tranvías y minas, así como a jornaleros agrícolas, entre otros. 

Por lo tanto, el desacuerdo de Morones con la muy probable reelección de Obregón, era de tomarse en cuenta, y los legisladores obregonistas encontraron el modo de debilitar su posición de poder, al eliminar reductos importantes de la CROM –los ayuntamientos-, que hasta entonces existían en la ciudad de México, asiento de los poderes nacionales.

Francisco R. Serrano y Arnulfo R. Gómez, rebeldes.

Cuando Álvaro Obregón hizo pública la decisión de reelegirse, la cual no era sólo una decisión personal sino también una decisión que involucraba a los representantes de diferentes sectores sociales que lo apoyaban y con los que mantenía una alianza, se des- encadenaron diferentes procesos. Algunos a favor de esta decisión política, y otros en contra. No era, en realidad, una cuestión menor, que el ex presidente Obregón planteara su reelección: entre muchos otros actos relacionados con el proceso revolucionario, él había encabezado la movilización contra decisiones arbitrarias y especialmente trascendentes, de Venustiano Carranza.

En este contexto, dos antiguos colaboradores y compañeros de armas del ex presiden- te sonorense y del entonces presidente Calles, mostraron abiertamente sus intenciones políticas y su inconformidad ante la reelección, y acordaron presentar sus candidaturas, iniciando así una rebelión en contra de Obregón y Calles, que resultó fallida. Francisco R. Serrano Barbeytia, sinaloense, subsecretario, Secretario de Guerra y gobernador del Distrito Federal entre 1920 y 1927, había encontrado un apoyo simulado por Obregón a sus intenciones políticas, y Arnulfo R. Gómez, sonorense que había combatido al lado de Calles, estaba siendo apoyado por éste. Sin embargo, Calles concedió finalmente su apoyo a la reelección de Obregón y llegado este momento, la mejor “solución” ante la competencia política, pareció ser “quitar del camino” a los generales Serrano y Gómez.

Ambos fueron asesinados. El primero en Huitzilac, Morelos, junto a trece de sus colaboradores y amigos; el segundo en el panteón de Coatepec, Veracruz, al lado de su aliado, el coronel Francisco Vizcarra Gómez. Los asesinatos fueron perpetrados por militares que obedecían órdenes directas de la presidencia de la república. 



El clima político del país estaba enardecido, muy tenso. Parecía que de ese modo se había eliminado un problema, sin embargo la solución tuvo efectos: si la violencia era algo permitido y favorecido desde el gobierno, entonces estaba al alcance de todos.

LA GUERRA CRISTERA

La guerra cristera, que estalla en 1926, es característica del periodo callista. Fue un movimiento social y político complejo, resultado de la tensión acumulada entre representantes de la Iglesia católica y católicos, con los nuevos gobiernos mexicanos, en particular con el gobierno de Calles. La Iglesia no aprobaba los artículos 3°, 5°, 24, 27 y 130 de la Constitución de 1917, porque afectaban sus intereses, al establecer la libertad de creencias, prohibirle la propiedad de bienes inmuebles, tener que someterse a la normatividad gubernamental en materia de cultos y contenidos educativos, así como al limitar la libertad de expresión y participación política de los sacerdotes.




Había un ambiente anticlerical permeando las acciones de los gobiernos posrevolucionarios, que consideraban necesario limitar la influencia que la Iglesia tenía en la población. La confrontación entre esta institución y sus seguidores, y el gobierno callista, se expresó a través de boicots mutuos, expulsión de sacerdotes extranjeros, criminalización de seguidores de la Iglesia, suspensión del culto en ámbitos públicos y privados, etcétera. Ante cada reacción del gobierno las autoridades católicas implantaban una propia, y viceversa.

En diciembre de 1926 la movilización cristera se transformó en levantamiento armado bajo el lema “¡Viva Cristo Rey!”. En poco tiempo el occidente mexicano -Jalisco, Guanajuato, Michoacán, principalmente- era un polvorín. El gobierno federal movilizó nuevamente al ejército, a una gran cantidad de tropas, y como en 1923 “obtuvo el apoyo de contingentes agraristas” porque entre las inconformidades de buen número de cristeros se contaba su oposición a la reforma agraria y a la conformación de ejidos. 




A través del movimiento cristero, se manifestaron inconformidades sentidas por importantes sectores sociales mexicanos relacionadas con los cambios políticos, sociales y económicos que produjo la revolución. Esta guerra duró tres años (1926-1929) y no fue fácil para el gobierno controlarla.



                     

LOGROS

El ejército.

Álvaro Obregón había obtenido la presidencia de México en buena medida con el apoyo del ejército, por lo tanto entendía la centralidad de someter éste a su mandato: un ejército puede ser la principal fortaleza de un grupo gobernante o su peor enemigo. Así, aunque la tarea no fue sencilla, los jefes militares con mando de tropas, y las fuerzas “irregulares” fueron obligados paulatinamente a someterse a la “cadena de mando de la jerarquía militar” o a desintegrarse. La Constitución de 1917, producto de importantes acuerdos alcanzados a través del movimiento revolucionario, señalaba que el ejército debía someterse al mandato del presidente en turno, y ser el único cuerpo armado del país.



El reparto agrario.

El reparto de la tierra, del agua y de los bosques, contribuyó a ampliar la influencia del gobierno federal en el territorio. Durante la gestión de Obregón el reparto agrario comenzó a intensificarse; su propósito central era “atraer el apoyo político de los agraristas”. Éstos constituían grupos sociales presentes en todo el país, puesto que un postulado central de la revolución había sido el reparto de la tierra, con la idea de que acceder a este recurso natural implicaría una mejora de las condiciones de vida de la mayor parte de la población, que era pobre. Las tierras entonces se entregaban gratuitamente, y podían heredarse pero no venderse o rentarse. Carranza había repartido 200,000 Ha de tierras ejidales, mientras que Obregón repartió “poco más de un millón”. En el reparto de la tierra, la vía ejidal predominó.



La educación.

Al crearse la Secretaría de Educación Pública (SEP) en 1921, José Vasconcelos fue nombrado secretario de Educación. Entonces el 77% de la población mexicana no sabía leer ni escribir, y el combate al analfabetismo era un objetivo central, por lo que se continuó la campaña de alfabetización iniciada en 1920 y se fomentó la lectura mediante la instalación de bibliotecas y la publicación y difusión de obras de autores griegos clásicos, así como de otros autores de renombre internacional y nacional. En este periodo la SEP organizó un sistema educativo para todo el país, el cual se dirigió de forma predominante al medio rural.




La economía, los capitalistas y el gobierno estadounidense.

La economía de los primeros años de la posrevolución, dependía sobremanera de los mercados extranjeros, porque México era un país exportador de materias primas. Al reducirse notablemente la venta de petróleo en 1922, y continuar a la baja su precio debido a la sobreproducción mundial, numerosos trabajadores mexicanos perdieron su empleo y el gobierno recaudó mucho menos impuestos por concepto de las ventas de este energético. Además, decayeron “estrepitosamente” los precios de la plata, el cobre, zinc y plomo, cuya producción y venta también eran fundamentales en la economía mexicana.

En este contexto, el gobierno callista se propuso introducir cambios en su relación con los inversionistas extranjeros, pretendiendo afectar principalmente derechos petroleros al cambiar títulos de propiedad por concesiones, con un límite de tiempo.

 Los estadounidenses y su gobierno reaccionaron tajantemente, y frente a las amenazas Calles dio marcha atrás, entonces “los títulos de propiedad se cambiaron por concesiones confirmatorias”. A cambio de esta importante licencia, el gobierno de los Estados Unidos aparentó apoyar a México con la cuestión del pago de la deuda externa, que ya constituía un problema, y que no obstante se resolvió hasta 1942.

INTRODUCCIÓN

La revolución mexicana, vista como una movilización social generalizada en nuestro país, ha tenido efectos trascendentes en diferentes órdenes de la vida nacional, en los ámbitos político, económico, cultural y social. En términos políticos, sentó las bases para la conformación de un nuevo régimen o Estado, es decir, una nueva alianza social dominante conformada por el grupo vencedor de la revolución, y por segmentos de otros sectores sociales existentes en México, como los empresarios, los terratenientes, los campesinos, los obreros. 

Los cambios políticos tuvieron efectos en todos los ámbitos pero al mismo tiempo fueron afectados por las condiciones económicas, culturales y sociales, que se habían gestado y desarrollado en el país a lo largo del tiempo. Con la revolución inició el proceso de construcción del nuevo Estado mexicano.




        





martes, 1 de noviembre de 2022

PRESIDENTES

El Plan de Agua Prieta y Adolfo de la Huerta como presidente provisional.

Tras el conflicto acaecido entre el presidente Venustiano Carranza y los partidarios del general Álvaro Obregón, los sonorenses participantes de la revolución proclamaron el Plan de Agua Prieta, el 23 de abril de 1920, con el objetivo de denunciar la que consideraban era una actitud anti-constitucionalista de Carranza, quien pretendía imponer a su colaborador, el Ing. Ignacio Bonillas, como presidente de México, sin tomar en cuenta la opinión de tantos otros que habían combatido junto a él durante la etapa armada de la revolución. 

Álvaro Obregón encabezó el movimiento, mientras Adolfo de la Huerta permaneció al frente del ejército constitucionalista. Carranza fue asesinado, y De la Huerta se desempeñó entonces como presidente provisional, centrando sus esfuerzos en pacificar el territorio nacional. En julio de 1920, obtuvo la rendición de Francisco Villa. Tiempo después, Obregón triunfó en las elecciones presidenciales.


             

Álvaro Obregón, presidente de México.

Álvaro Obregón fue presidente de México en el periodo transcurrido entre diciembre de 1920 y noviembre de 1924. El contexto en el que se desarrolló su mandato era particularmente complejo, debido a que aún había grupos inconformes “movilizados” en diferentes lugares del país, y por lo tanto era imprescindible continuar el proceso de pacificación, a fin de constituir una situación de gobernabilidad real para México. A través de amnistías, negociaciones, alianzas, con importantes actores políticos a lo largo y ancho del país, el gobierno de Obregón pudo avanzar en el objetivo de definir e impulsar un proyecto sociopolítico y económico para México.

Así, durante su administración se produjeron cambios que tuvieron efectos importantes en el desarrollo futuro del país. Se han señalado como “resultados satisfactorios” de su periodo el sometimiento del ejército, el impulso del reparto agrario, la implementación de una política educativa, y muy importante el reconocimiento diplomático por parte de nuestro “vecino del norte”.


                                                     


Plutarco Elías Calles, Presidente.

Plutarco Elías Calles, también sonorense, fue presidente de México entre 1924 y 1928. Su arribo a la presidencia se explica en gran medida por su origen político: era uno de los miembros sobresalientes del movimiento constitucionalista de cuño sonorense, contaba con el apoyo de Álvaro Obregón, y en el periodo presidencial obregonista fue Secretario de Gobernación. Durante su gestión como presidente de México continuaron los cambios en el ejército: su tamaño se redujo al tiempo que se incrementaba sobre esta institución el control de la figura presidencial. También se continuó la reforma agraria al repartirse “casi tres millones” de hectáreas, aunque los latifundios seguían casi intactos, excepto en estados como el de Morelos, cuna del zapatismo. El presidente Calles puso un empeño singular en la propagación de escuelas rurales, ya que México era entonces “mayoritariamente rural”.

El resultado de la rebelión delahuertista fortaleció al gobierno de Calles, que “amplió y diversificó su actuación”, lo que quiere decir que al haber logrado incrementar su fuerza política y material ante los ojos de la heterogénea sociedad mexicana, contó con mejo- res condiciones para intervenir en más aspectos de la vida nacional que su predecesor. Por ejemplo, creó un impuesto que gravaba directa y progresivamente los ingresos de los contribuyentes. Asimismo, se fundaron instituciones que desempeñaron un rol importante en la modernización de México y por lo tanto en la consolidación del régimen emanado del proceso revolucionario. Entre estas instituciones pueden mencionarse el Banco de México, el Banco Nacional de Crédito Agrícola y Ganadero, la Comisión Nacional de Caminos, la Comisión de Irrigación, y el Partido Nacional Revolucionario.