En pleno desarrollo del conflicto nacional que acabamos de revisar, el ex presidente Álvaro Obregón “manifestó su intención de volver a la silla presidencial”. Este hecho era polémico, porque precisamente la práctica porfirista de la reelección, había constituido uno de los detonantes de la revolución mexicana, y la Constitución de 1917 impedía que esta práctica se reprodujera. Por lo tanto, para hacer posible la reelección de Obregón, debía reformarse la carta magna, y en enero de 1927 se aprobó reformar el artículo 82, permitiéndose una sola reelección presidencial, después de transcurrir “un intervalo de un periodo de gobierno”. Más adelante, en 1928, dicho artículo fue nuevamente reformado para ampliar el periodo presidencial de cuatro a seis años.
lunes, 14 de noviembre de 2022
¿REELECCIÓN?
El presidente Calles no parecía estar en desacuerdo con estos significativos cambios, pero el Secretario de Industria, Comercio y Trabajo, Luis N. Morones, fundador de una de las más importantes organizaciones de trabajadores mexicanos de alcance nacional, la Confederación Regional Obrero Mexicana (CROM), manifestó abiertamente su oposición a la reelección y amenazó con impedirla. Esta organización, sobre la que Morones tenía indudablemente una injerencia sustantiva, agrupaba y controlaba a numerosos trabajadores de la metalurgia, la electricidad, los textiles, ferrocarriles, tranvías y minas, así como a jornaleros agrícolas, entre otros.
Por lo tanto, el desacuerdo de Morones con la muy probable reelección de Obregón, era de tomarse en cuenta, y los legisladores obregonistas encontraron el modo de debilitar su posición de poder, al eliminar reductos importantes de la CROM –los ayuntamientos-, que hasta entonces existían en la ciudad de México, asiento de los poderes nacionales.
Cuando Álvaro Obregón hizo pública la decisión de reelegirse, la cual no era sólo una decisión personal sino también una decisión que involucraba a los representantes de diferentes sectores sociales que lo apoyaban y con los que mantenía una alianza, se des- encadenaron diferentes procesos. Algunos a favor de esta decisión política, y otros en contra. No era, en realidad, una cuestión menor, que el ex presidente Obregón planteara su reelección: entre muchos otros actos relacionados con el proceso revolucionario, él había encabezado la movilización contra decisiones arbitrarias y especialmente trascendentes, de Venustiano Carranza.
En este contexto, dos antiguos colaboradores y compañeros de armas del ex presiden- te sonorense y del entonces presidente Calles, mostraron abiertamente sus intenciones políticas y su inconformidad ante la reelección, y acordaron presentar sus candidaturas, iniciando así una rebelión en contra de Obregón y Calles, que resultó fallida. Francisco R. Serrano Barbeytia, sinaloense, subsecretario, Secretario de Guerra y gobernador del Distrito Federal entre 1920 y 1927, había encontrado un apoyo simulado por Obregón a sus intenciones políticas, y Arnulfo R. Gómez, sonorense que había combatido al lado de Calles, estaba siendo apoyado por éste. Sin embargo, Calles concedió finalmente su apoyo a la reelección de Obregón y llegado este momento, la mejor “solución” ante la competencia política, pareció ser “quitar del camino” a los generales Serrano y Gómez.
Ambos fueron asesinados. El primero en Huitzilac, Morelos, junto a trece de sus colaboradores y amigos; el segundo en el panteón de Coatepec, Veracruz, al lado de su aliado, el coronel Francisco Vizcarra Gómez. Los asesinatos fueron perpetrados por militares que obedecían órdenes directas de la presidencia de la república.
El clima político del país estaba enardecido, muy tenso. Parecía que de ese modo se había eliminado un problema, sin embargo la solución tuvo efectos: si la violencia era algo permitido y favorecido desde el gobierno, entonces estaba al alcance de todos.
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